Es importante resaltar que los berrinches o rabietas son
reacciones que con frecuencia manifiestan los niños, caracterizadas por la
presencia de llanto, ira, protestas e incluso
llegar hasta tirarse al suelo. Estas conductas normalmente se inician
entre los 12 y 18 meses y pueden permanecer hasta los 3 años, aunque cuando no
logran manejarse adecuadamente, suelen mantenerse en el tiempo y aumentar en
frecuencia e intensidad.
Es importante recalcar lo complicado
que resulta para los padres y/o educadores
enfrentarse a esta situación, donde
el niño intenta comunicar bien sea su
desacuerdo, sus ganas o sus necesidades como
quieren o pueden, lo que origina una completa libertad a sus impulsos, actuando
según sus antojos y a pesar de ser una forma de expresividad, es indispensable
el correcto manejo de esta conducta, la cual no es recomendable permitir, aunque siempre tomando en cuenta el respeto a
su individualidad y sobre todo, sin perder el control de la autoridad.
Es imprescindible identificar las
diversas circunstancias que puedan originarla, de allí que antes que aparezcan
resulta conveniente verificar cuáles situaciones provocan los incidentes, para
de esta forma los padres estar preparados, sobre todo si se trata de
circunstancias donde no se han considerado factores importantes como:
fatigabilidad en el niño, sueño, alteraciones en la rutina diaria, etc. Por ejemplo:
“Si vas a una consulta médica, donde debes esperar largo tiempo, lleva algunos
juguetes, creyones, dibujos para pintar, entre otras cosas”. Así mismo, cuando
el niño es pequeño, se debe intentar desviar su atención con un objeto o
situación atrayente.
Al momento de la rabieta, es necesario dirigirse
al niño utilizando un tono de voz claro y firme, aunque evitando gritar,
resaltar o reforzar la conducta que este emite.
Es necesario recalcar al niño que si
necesita pedir o solicitar algo, puede hacerlo a través de palabras y gestos.
En ocasiones los niños hacen berrinches
cuando se alarga la espera antes de ser gratificados, de allí la importancia de
recordarles cual va a hacer la recompensa, aunque de igual forma se le debe
mencionar las normas y las consecuencias que su conducta pudiera originar.
*Sólo
se debe tomar al niño y establecer contacto físico para evitar que se haga daño
a sí mismo o a otro, esto debe hacerse con firmeza pero sin agresión.
IMPORTANTE: El autocontrol de los padres en sus
reacciones y respuestas suele ser un aspecto determinante para la disminución
de dichas conductas. Es necesario razonar con ellos la inconveniencia de estas y
lo que se espera en determinadas situaciones, manteniendo normas y repuestas
claras.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
1. Isabelle Filliozat. No más
rabietas. Grupo Planeta, España 2015.
Resumen realizado por:
Psic. Andreina Castro Morales
Esp. En Terapia de la conducta
infanto-juvenil
@psicoacastro
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